miércoles, agosto 16, 2006


La llegada a Cuzco fue un poquito fuerte por la altura, ya en Arequipa se notó pues eran 2.300 mts., pero en Cuzco se llega a los 3.300. Unos matesitos de coca y ¡a la calle! Aquí, como siempre, te encuentras con la Plaza de Armas, su catedral sus casitas con balcones rodeándola. Mucho turismo mezclado con el personal autóctono, indio total. Buscando un restaurante recomendado en la Lonely Planet casi nos quedamos sin resuello, pues eso de subir cuestas cuando el oxígeno escasea es una temeridad. Al día siguiente teníamos la excursión a Machu Pichu que supone un viaje en tren de cuatro horas, madrugón que te cagas. Fue aquí donde estuvimos a punto de vivir la putada del siglo pues habíamos comprado los billetes en una agencia y no nos avisaron de que a la llegada había que comprar otros billetes para un bus que te sube a las ruinas, más la entrada de acceso, total 40 dólares per cápita. Debido al relajo total que nos invadió desde que salimos de Caracas no comprobamos el dinero que llevábamos encima y al ir a comprar la entrada no teníamos suficiente. ¡Menos mal que la tecnología ha llegado al imperio de los incas y en el pueblo cercano había UN CAJERO AUTOMÁTICO! Nos costó bajar dos veces al pueblo, pero al final se resolvió. No quiero ni pensar el ridículo tan espantoso, añadido al cabreo monumental que nos hubiera supuesto volver sin visitar Machu Pichu.
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