Haciendo un poquito de propaganda, como la madre de La Pantoja, he puesto tres vídeos de You tube de unas actuaciones de mi sobrino Ulises en Londres, molan (a mí mucho).
Pero vamos creo que se lo curra bastante, él y todo el grupo, y pintan bien. La pena es que sea más fácil verlos en Inglaterra que en España.
¿Será que tendré que organizarme un viajecito? con lo que me fastidia eso de andar de un lado para otro (je,je..)
Bueno, espero que os guste, son tientos y fandangos.
YouTube - Fandangos
martes, febrero 26, 2008
domingo, febrero 10, 2008
Aprovechando estos días de carnaval, me fui con Ramón a La Habana. Después de cuatro años por Venezuela descubrimos que está muy cerquita (3 horas de avión), bueno, geográficamente hasta ahí llegamos, en realidad debería decir muy fácil pues hay un vuelo directo de Cubana de Aviación.
Yo había estado en el año 2000 y la verdad me ha impresionado lo cambiado que está aquello, están tiraos al barro consumista (es una exageración). Lo que sí es cierto es que hay una apertura tremenda a la actividad comercial de pequeña escala, la vez anterior era casi imposible comprar algo y ahora encuentras multitud de artesanías, algunas tiendas de tabaco, ron, pintura, libros, música, etc. abiertas a todo el público y con más o menos surtido.
Esto verdaderamente da mucha animación y para los que venimos de la cultura del consumo nos abre posibilidades, pero por otro lado da cierto miedo de que la apertura y las posibilidades que ha abierto el turismo masivo lleguen a descalabrar y romper el encanto de la cultura cubana.
Otro detalle de la nueva Habana (para mí) es la oferta gastronómica. En el 2000 comimos cansinamente arroz, frijoles, pollo y camarones y ahora tienes casi lo que quieras. Así que allí que nos fuimos: primero un mojito en los jardines del hotel Nacional (el más bonito para mi gusto de La Habana), un daiquiri con Hemingway en El Floridita (cumpliendo la tradición) y una comidita en un restaurante estupendo, Doctor Café. El sitio es de lo más recomendable en cuanto a calidad y al lugar que es absolutamente acogedor y tranquilo. Comimos en un jardincillo por el que pasaba toda la familia que al ser domingo se encontraba reunida allí.
La Habana Vieja está muy bonita y sobre todo animadísima.
Tiene un patrimonio arquitectónico impresionante y aunque es una lástima lo descuidadas que están la mayoría de las casas, se ve que han restaurado muchas y que el proceso continúa (a veces lento, como se aprecia por lo que crece en los andamios de la çultima foto). Esperemos que esto no suponga una monumentalización (no sé si existe la palabra) del centro, pues quitaría toda la salsa y la chispa que le dan los cubanos. Quizás haya demasiado turista (españoles, argentinos, mejicanos y canadienses sobre todo) pero el hecho de que estés paseando y moviéndote por los mismos lugares que los autóctonos las sensaciones son muy divertidas.
Como la música es algo constante en la Habana y la oferta múltiple, no nos hemos privado de nada: Tropicana, actuación de música cubana (dos hijos de Compay y otros del Buenavista Social Club), el cabaret Parisien y la orquesta del Habana Café.
Otras cosas curiosas que te vas encontrando en los paseos: el Coco-Taxi, los coches antiguos (este es del 50 y aunque no era taxi nos llevó por un módico precio desde un punto en que nos encontrábamos algo perdidos, el conductor lo primero que le ofreció a Ramón fue un trago de ron de la botella que llevaba al lado).
Esta es una amiga que conocimos en nuestra visita anterior, se llama Norma y su hijo Jordan parece despuntar como ajedrecista (tiene 12 años). Ella, a pesar de arrastrar una vida bastante dura, un hijo enfermo, otro que la ha echado de su casa durante un tiempo, y de vivir en un pequeño cuchitril, siempre está alegre y rodeada de sus vecinos que forman una pequeña familia.
La última noche fuimos a cenar al (la como dicen los cubanos) paladar “La Guarida” que está en la casa donde se rodó la película “Fresa y chocolate” y como pasa en casi todos estos sitios que tienen fama por estar ubicados en algún sitio singular, la comida no se la trabajan demasiado. De todas formas la casa es muy bonita y merece la pena, el restaurante está en un piso alto y en las plantas de abajo hay varias viviendas como en todas las casonas de La Habana vieja.
Las últimas copitas en las terracitas de La Habana vieja acompañadas (inevitablemente) por un grupo de músicos. Estos eran un grupo de colegas variopintos y aparentemente informales que supongo se juntan para sacar unas perrillas. He de reconocer que si bien la calidad de su música no es la mejor, a mí me entretienen mucho más que otros.Y aquí, como siempre, aburrida en el avión. Menos mal que a veces vuelan a una altura suficiente como para ver lo que hay fuera, y en este caso el Caribe da mucho juego.
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