domingo, marzo 05, 2017

AHORA TOCA HACER TURISMO LOCAL

 

Aunque a lo largo de mi vida he estado en muchas ciudades y pueblos españoles, tengo que reconocer que lo he hecho de forma muy diferente en unos y otros. Aclaro, por algunos lugares simplemente “he pasado”, por otros “he turisteado” y algunos los “he vivido”. Como se intuye, hay grandes diferencias entre estos tres tipos de experiencias y confieso que a mí me gustaría poder “vivir” todos los sitios a los que voy, pero eso es imposible pues necesitaría cuatro o cinco vidas más.

La disquisición viene a cuento de la escapada que he hecho con Ramón este fin de semana a Zaragoza utilizando el vale-regalo que nos regalaron Luisi y Mari para Reyes que era una estancia en el Gran Hotel, en una suite. Pues eso, Zaragoza es de esas ciudades en las que a pesar de haber estado allí en tres ocasiones la seguía teniendo en la posición “he pasado”. Una vez estuve por trabajo, liadísima y sin nada de tiempo para mí, otra vez estuve en una boda muy divertida pero prácticamente no salí del hotel (casualidades de la vida, en el Gran Hotel) porque allí se celebró la cena, baile, discoteca, resopón y allí dormimos todo el grupo de amigos que, con nuestra resaca correspondiente, nos levantamos y volvimos a Madrid. La última vez pasé por allí una tarde y noche camino de la Costa Brava, sólo nos dio tiempo a tomar unos vinitos y tapitas estupendas en El Tubo lo cual me dejó buen sabor de boca y comenté la “necesidad” de conocer esta ciudad un poquito más, pasar a la fase del “turisteo”. Pues eso he hecho.

Al grano, el viernes embarcamos en el AVE y en hora y media estábamos en Zaragoza.

Toma de posesión de la suite, o sea, cotilleo general de cacharritos, geles, albornoces…

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Y a patear la ciudad. Plaza de los Sitios, Paseo de la Independencia, Plaza de España, etc. No es una ciudad monumental pero sí da la sensación de tener buena calidad de vida por sus avenidas anchas, zonas verdes y peatonales y algo que me llamó mucho la atención: un comercio de calidad y variado. Además de todas las “malditas” cadenas (El Corte Inglés, Zara, Mango y demás) vi muchas tiendas locales con muy buen gusto y eso en estos tiempos se agradece y me da buen punto de una ciudad. La lástima es que el escaso tiempo que te da un fin de semana no permite dedicarle tiempo a las compras, por lo menos a mí.

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Desde la Plaza de España  entras en el famoso Tubo, la zona de tapeo y cañeo por excelencia. Es difícil tomar una decisión porque hay tantísimos que no sabes con cual atinar.

Empezamos con una croqueta de cocido (obligatorio) en Bodegas Almau, rica y buen precio y de ahí a Casa Lac que es otra dimensión, tanto el establecimiento, mucho más bonito y elegante, como las tapas. Por ejemplo: Penca de acelga rellena de jamón ibérico  y  velouté de hongos y Hojaldre de puerro roto con gambas. ¿Qué te parece, la boca se hace agua? En fin, para quien se quiera torturar un poco leyendo cosas de este tipo os dejo el link oficial  http://www.restaurantecasalac.es/  y unas fotitos.

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Copita en un pub clásico, clásico, o sea, camareros uniformados, barra forrada de sky y música suave que estaba al lado del hotel y se llama Gregory’s. El nombre ya lo dice todo.

El sábado, antes de empezar la ruta nos desayunamos un chocolate con churros como mandan los cánones, eso sí, el chocolate gourmet negro, negro, en la chocolatería Valor.

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Lo primero que visitamos fue el Museo de Goya, un palacete renacentista muy bonito que se llama también de Camón Aznar porque hasta 2015 recogía las colecciones de este académico.

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Cuadros de Goya hay unos diez o doce pero lo que más me gustó fueron los grabados, los caprichos, desastres de la guerra, disparates y tauromaquia. Cogimos la audio-guía por 2€ y merece la pena de verdad porque están grabadas las interpretaciones dadas por el mismo Goya o por otros expertos de cada uno de los grabados, entretenidísimo.

Desde ahí caminamos hasta la Plaza del Pilar que como hacía muy buen tiempo estaba animadísima, la basílica por dentro era una auténtica verbena a pesar de que se estaba oficiando una misa y de los muchos carteles que hay pidiendo silencio. Mucho folclore.

En una esquina de esta enorme plaza-paseo había un mercadillo de frutas y verduras ecológicas con muy buena pinta todo.20170218_12410020170218_124144 

Entramos en el Mercado Central un edificio bonito con estructura de hierro que es monumento histórico nacional, desde ahí empezamos a callejear con la intención de llegar hasta la Aljafería. En Zaragoza el paseo es muy cómodo puesto que la ciudad es llana (los toledanos esto lo apreciamos mucho).

La Alfajería que es un palacio fortificado de la época de los reinos de taifas impresiona desde fuera por los fosos que lo rodean y tienen buenos jardines, hablo del exterior porque es lo único que vimos, cerraba a las 14:00 y pagar para verlo a la carrera no nos apetecía. En otra ocasión lo tendremos en cuenta.

Vuelta al centro cotilleando tiendas y edificios.

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Esta fachada me gustó mucho y me parecieron curiosos esos apliques de luz.

En un principio pensábamos reservar en algún restaurante chulo y de buena carta pero la verdad es que con la cantidad de bares que vimos en el Tubo y el buen día que hacía nos pareció más apetecible tapear por allí viendo el ambientillo de un sábado zaragozano.

Respecto a las tapas hay que decir que no es oro todo lo que reluce, mucha variedad y “complejidad” pero poco amor y detalle. Muchas de ellas hechas desde la mañana y calentadas en el microondas Angry smile  Destaco dos que nos gustaron:

Casa Juanico: jamón con chorreras y bacalao rebozado

Doña Casta: croquetas varias

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Los hay también cachondos, en este no entramos pero me pareció divertido.

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Copita al sol en la Plaza de España que estaba animadísima.

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Por la tarde pensamos en visitar el Acuario, había leído sobre él pues fue uno de los pabellones temáticos de la Expo del 2008, es el mayor acuario fluvial de Europa y uno de los más grandes del mundo. En fin, atractivo.

¡Oh decepción! un taxi nos llevó allí, a un paraje inhóspito y desierto con edificios de esos enormes que construyen para un evento y que cuando este acaba pierden todo su encanto. Bueno, vamos a la taquilla: 14€ por entrar al acuario. Pues ahí os quedáis (creo que el entorno era tan deprimente que no anima a pagar ni un duro), “vamos a coger un taxi que nos lleve al centro”, ni hablar, por ahí no pasan ni taxis ni nada que se le parezca ¿para qué si no hay ni dios? así que con calma nos volvimos caminando los casi cuatro kilómetros que había hasta el hotel. Para aliviar un poco esta sensación desoladora de la zona tengo que aclarar que cuando llegamos estaba ya anocheciendo y esa luz no ayudaba mucho. Las fotos son prueba de cargo.

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Como se puede deducir de las explicaciones, kilómetros hemos hecho bastantes y de estos paseos la impresión que me ha dejado es que esta ciudad tiene muy buen comercio y buena vida en general, que si bien tiene algún atractivo histórico-cultural (¿qué ciudad española no lo tiene?) es mejor perderse por sus avenidas y barrios para disfrutar de esas buenas tiendas y bares que intuyo los hay mejores que los famosos del Tubo. De hecho en las consultas que hice en la web antes del viaje la mayoría de los que me parecieron interesantes no estaban ahí.

Como siempre digo: hay que volver con otros ojos.