lunes, octubre 06, 2014

EL FIN DE SEMANA “ESPECIAL” EN SEVILLA

El fin de semana pasado nos lanzamos a Sevilla con la intención de seguir las pistas de la secta Serva la Bari, así que con nuestro folleto en la mano nos tiramos a la calle a la hora justa del aperitivo del viernes.
Como nos alojábamos en la zona de los Remedios pensamos que empezar en Triana era un buen comienzo así que en Las Golondrinas empezó nuestra procesión. Tapita de atún encebollado y abanico de cerdo (parecido a la pluma), muy ricas ambas aunque al cerdo le quitaría la salsita dulzona, pero es la moda.
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Cruzando el puente encaminamos nuestros pasos hacia la siempre ansiada croqueta. Según los de la secta las mejores de Sevilla las dan en Casa Ricardo, un bar escondido entre las callejuelas del Gran Poder.
Nos costó un poquillo encontrarlo pero mereció la pena, porque además de comer unas croquetas muy ricas el camarero (no sé muy bien cómo) llamó al dueño que se interesó por la idea de esta ruta de la “regañá” y nos invitó a una ronda. Él conocía bien los libros y se había puesto en contacto con el escritor, le dejamos la dirección de este blog y he visto que lo han twiteado y nombrado en facebook, buena idea porque a cuantas más personas les sirva, mejor. Por cierto, el bar de las croquetas se llama Casa Ricardo.
El siguiente fue El Rinconcillo. Este bar (creo que el más antiguo de Sevilla) era, es y espero que lo siga siendo, mi predilecto. Con perdón del resto, reúne todo lo que a mí me puede encantar: un local precioso, unas espinacas con garbanzos insuperables y una atención estupenda. La secta ensalza de este bar la tortilla de jamón y efectivamente es exquisita.
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Ni qué decir tiene que en todos el ambiente era animadísimo y variado por la mezcla de rancios sevillanos con guiris de distintas nacionalidades, familias con niños, etc.
Caminamos un poco por la zona de la Encarnación con las “malditas” setas, la cervecería El Tremendo, sus árboles exóticos…y como ya la comida la dábamos por terminada, pensamos en tomar una copita en La Carbonería. El callejeo es lo que más me gusta hacer cada vez que voy a Sevilla, imagino que el ser de Toledo me influye en esto bastante, así que enredando, enredando llegamos a la calle Levies pero La Carbonería estaba cerrada (normal por la hora).
Me hace gracia el nombre de esta calle ¿no parece un chiste sevillano? si, como es lógico, hace referencia a la Casa Palacio de Samuel Leví ¿por qué le han puesto Levies, se pronuncia como los pantalones vaqueros? no sé, son cosas mías.
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Parada en una pequeña plaza sombreada a tomar esa copita, un poco de descanso era necesario porque hacía calorcillo y a lo tonto, a lo tonto llevábamos ya unos kilómetros encima.
Recuperado el aliento subimos por las callejuelas del barrio de Santa Cruz abarrotadas de gente y, cruzando la avenida de la Constitución, nos dejamos caer en el Arenal, aquí el gentío en la calle con su copita en la mano era impresionante. Supongo que el hecho de ser viernes por la tarde influía bastante ya que el ambiente era en su mayoría de gente joven, estudiantes y trabajadores rematando la semana. Después de un ratillo por allí observando el panorama volvimos a nuestro plan marcado por la secta, el siguiente bar inspeccionado fue el Café Moderniste que tampoco nos defraudó: buen ambiente y buenas copas. Pegamos la hebra con unos chicos que, aunque eran sevillanos, no conocían al asesino de la regañá pero lógicamente la historia siempre da para unas risas.
Os dejo estas fotos de algunos comercios curiosos que encontramos y que bien podían pertenecer también a la Serva la Bari. Pinchad en ellas y miradlas con un poquito de detalle, tienen su guasa.
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La ruta ya nos encaminaba hacia el puente de San Telmo (o de los Remedios que es como yo lo llamo) así que decidimos rematar los dos bares de Triana que recomienda la secta: Bar Salomón “El Rey de los pinchitos” y Casa Ruperto.
Al primero sólo le pongo una pega y es la poca amabilidad de los camareros, no sé si es que les pillamos recién abiertos pero no nos hicieron ni caso, parece que no atienden las mesas, o sea que es autoservicio, pero creo que con dos únicas mesas ocupadas y mirándoles con cara expectante mientras se paseaban al lado nuestro, lo lógico es que informes o prestes un mínimo de atención. Por lo demás nada que objetar, unos pinchitos muy, muy ricos, un salmorejo estupendo y un precio de crisis, lo recomiendo.
El segundo, Casa Ruperto, es famoso por sus codornices fritas y está ubicado en una pequeña zona peatonal por lo que el ambiente es muy familiar y de barrio, cada uno pide la consumición en el interior y te la comes en la calle en donde hay mesas (que no sillas). Probamos las codornices y nos encantaron, una tapa de lo más peculiar que se nota que llevan haciendo mucho tiempo porque las dejan en su punto.
Rematamos el día con una copita en una terraza de la calle Betis, la noche era fantástica y el ambiente muy agradable. Muy curiosa la carrera nocturna que en esos momentos transcurría por la otra orilla del río, desde donde nos encontrábamos se veía una masa informe de cuerpos avanzando despacio (creo que hubo 25.000 personas) y claro, no sabíamos qué era aquello hasta que el camarero nos contó toda la historia.
No faltó el cogedor hecho con flores de jazmín que huele a gloria (perdón por la redundancia) ¡me encanta ese olor!
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Aunque yo conozco Sevilla bastante bien esta vez tenía ganas de sentirme turista al cien por cien así que para el sábado habíamos concertado una visita turística con una empresa que se llama Feel free tours Sevilla, son gratuitas y simplemente, al final del recorrido, te piden una propina. La recomiendo pues pasas un rato divertidísimo, son unos chicos bien preparados y se nota que la curran (la hay también en francés e inglés) pero además cuentan las batallitas en tono sevillano, o sea, chistoso. La propina fue generosa porque se lo merecieron.
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Terminamos en la Plaza de España con foto delante del mosaico de Toledo, como mandan los cánones turísticos.
Y de nuevo nos pusimos a la tarea y la pringá fue nuestro siguiente objetivo. La secta recomienda para degustar este manjar una taberna del barrio de Santa Cruz que se llama Las Columnas y, como no podía ser de otra forma, aciertan. Estaba lleno de gente pues era la hora del aperitivo pero con un poquito de paciencia lo conseguimos, para mí un 10.
De nuevo al callejeo con el propósito de contrastar la información del folleto y así llegamos al Espero te Esquina, un bar bastante escondido pero que tiene fama por su comida abundante y barata en pleno centro. Probamos dos montaditos que en realidad eran dos bocadillos, el mío de solomillo al whisky y el de Ramón un serranito, ricos aunque un no demasiado exquisitos, eso sí, muy alimenticios. La foto lo dice todo (hasta las patatas fritas incluye el bocadillo)
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Una tapa muy apetecible era la de los garbanzos con langostinos de un bar de la Plaza de la Alfalfa que se llama Casa Diego y como estábamos cerca y además es una plaza que a mí me encanta, nos fuimos a por ellos. Por desgracia ese día habían hecho los garbanzos con “menúos” (callos para quien no lo sepa) y a esas horas los estómagos no estaban ya para ese impacto, así que nos pedimos un San Jacobo (un poquito seco para mi gusto) y nada más, habrá que volver.
Para la sobremesa y en vista del gentío que había por todos sitios, quisimos subir a la terraza del Hotel Inglaterra en la Plaza Nueva pero por la amenaza de lluvia no estaba abierta, en vista de lo cual nos sentamos en una terraza en la zona del Arenal que tenía sombrillas preparadas para la lluvia. De nuevo pegamos la hebra, esta vez con un matrimonio francés que estaba haciendo tiempo para ir a los toros, muy curioso porque eran super aficionados.
Para que os hagáis una idea del mogollón, esta foto es de la Plaza del Salvador.
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El cuerpo ya no daba para más pues creo que en los dos días nos debimos hacer cerca de 30 km. andando por las calles de Sevilla, así que pensamos que lo mejor era rematar en Los Remedios, muy cerquita del hotel. Por cierto, que tuvimos la suerte de estar al lado de la terraza del Periqui II un bar bastante conocido que tiene también buen tapeo.
Así estaba el río a esas horas.
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El tren salía al mediodía por lo que todavía tuvimos tiempo de pasear un poco más al lado del río y despedirnos agotaítos.

De todas las referencias que se hacen en la trilogía de Serva la Bari, y que yo he recopilado en mi folleto, nos han faltado muchas por conocer, pero todo se andará porque hasta ahora no nos ha defraudado.

Me ha encantado y me he quedado con las ganas de hacerme una escapada larga de esas que a mí me gustan (un mes por lo menos) para “jartarme” a callejear, a tapear, a observar, a reír,….