jueves, agosto 17, 2006













Hasta aquí nuestro viajecito andino-caribeño. Ahora estamos en Caracas, Ramón ha tenido que volver al trabajo y nosotras seguimos con nuestro ritmo estresante (bailoterapia, fit-combat, comidas caseras, comprillas truchas, etc.)

&&&&&&&UNA ANÉCDOTA DEL VIAJE&&&&&&&&

He enviado una carta a El País contándolo pero no la han publicado, si la hubiera mandado al ABC hubiera sido distinto.

¿Una rabieta ocasional? Esperemos que así sea.

Día 10 de agosto. Vacaciones en la preciosa ciudad colombiana de Cartagena de Indias. Tres españoles realizamos una excursión a las Islas del Rosario en una lancha a motor con capacidad para 43 personas aproximadamente entre las que se encuentra un grupo familiar formando por 4 ó 5 colombianos y 15 ó 16 españoles. Según comentan viajan con motivo de la boda de uno de los chicos españoles con una de las jóvenes colombianas que forman el grupo. Centraban un poco la atención pero no más de lo que podamos hacerlo cualquier viajando un número tan elevado de conocidos.

El día transcurrió con normalidad hasta que embarcamos para el viaje de regreso a Cartagena y el guía repite las normas y recomendaciones para el viaje: es obligatorio ponerse el chaleco salvavidas, no moverse durante la travesía pues la mar está picada y descompensa la embarcación, no fumar, etc. El chico, del que hablan como futuro novio de la boda, bromea diciendo que él no necesita chaleco, nada también que podría llegar nadando hasta Cartagena; se lo deja sobre las piernas. El guía le dice que debe ponérselo, “ahora, ahora” contesta él apoyándolo sobre el pecho. Le insiste de nuevo el guía explicándole que los guardacostas les multarán si ven a un pasajero sin chaleco; en ese momento, algunos de sus familiares apoyan al paciente guía diciendo “Venga Diego, ponte ya el chaleco”. Entonces el personaje, con una rabieta como la de un niño mimado, se levanta dirigiéndose hacia la proa del barco y grita: “dejadme en paz, no me da la gana ponerme el chaleco”. La velocidad había disminuido desde que empezó la escena, pero en ese momento se pararon los motores y el silencio se hizo. Diego, que en ese momento daba la espalda a los cuarenta y dos pares de ojos que le observaban, se volvió y en tono burlón preguntó “¿qué pasa se ha parado porque no me pongo el chaleco?” “Siii…” respondimos casi todos. Por fin el niño se dignó a cumplir la norma y el barco reanudó su marcha.

Hasta aquí una historia veraniega de las que algunos compatriotas (y turistas en general) nos brindan de vez en cuando. Mi sorpresa llegó cuando el sábado 12, en el hotel hojeo el diario El Universal, en primera plana de la sección de Sociales, aparece en fotos a todo color el protagonista de la escenita en cuestión: se casaba al día siguiente con una joven periodista colombiana. Pero mi sorpresa se transformó en indignación cuando leo que el tal Diego es asesor del presidente Zapatero y portavoz de la Comisión Europea de Relaciones Exteriores. Lo mostré a mis compañeros de viaje y nos quedamos sin palabras. La vergüenza ajena creo que casi nos enrojeció.

¿Una persona que se comporta así en público, de forma tan mal educada, caprichosa y con esa falta de respeto a las normas mínimas de seguridad, nos está representando por el mundo? ¿Se salta también en España las normas o sólo cuando va a países menos “desarrollados”?.

Por favor, Sr. Zapatero, pida a este señor y por si acaso a todos los que nos representan, un poco de respeto y compostura pública.
Posted by Picasa

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