Comienza mi incursión valenciana el 21 de abril. He de reconocer que nunca me había atraído mucho esta ciudad, pero el septiembre pasado estuve por aquí cuatro días y me llamó la atención la calidad de vida que percibí. Además del buen tiempo, mucho carril bici, el fácil acceso a la playa, la cantidad de edificios interesantes, etc. Y nada, aquí estoy.
El primer finde se ha venido Ramón conmigo y el sábado, como es lógico, nos fuimos a comer un buen arrocito a El Saler para estar cerca del mar. Cuando vienes del centro es lo que más apetece.
Comimos en el restaurante La Carmina que lo habíamos visto recomendado por El Comidista. Seguro que en esta tierra hay muchos sitios en donde comer un buen arroz pero este es un poco más glamuroso y además de los arroces tiene algunos platos originales. Pedimos como entrante una ensaladilla de merluza y unas croquetas (yo los llamaría buñuelos) de bacalao, después un arroz a banda exquisito y un postre muy rico. Todo ello, acompañado de un buen vino verdejo, nos costó alrededor de 70€.
Otra cosa, la gente (casi toda) muy amable. Como ejemplo un camarero de una restaurante de la playa, le comenté en broma que para estar más a gusto me faltaría un respaldito en la silla para la cabeza, ya que estaba con la modorrilla post-paella, y al momento apareció con unos cojines, los colocó de forma que pudiera apoyarme bien y de remate me acercó otra silla para poner los pies. No miento.
Un apunte interesante acerca del tapeo en esta ciudad: no son muy dados a la barra a la que tanto cariño tenemos los toledanos-madrileños, les va más alternar sentaditos y eso dificulta un poco la investigación de los bares. Pero bueno, el viernes tuvimos suerte y acertamos con uno en el ensanche de Ruzafa que se llama La Barra (curioso pues hay que beber y comer sentado). Tomamos unas costillas fritas de cerdo y unas alcachofas rebozadas, ambas cosas muy ricas y a un precio estupendo.
Se celebra estos días la festividad de San Vicente Ferrer patrono de la ciudad y por ello me he encontrado con muchas actividades callejeras y escuchado montones de petardazos, como no podía ser de otra manera en esta tierra.
Semanita tranquila yo sola, el viernes vuelve Ramón y el domingo llegan Pepe y Mitzi.
El viernes con Ramón comimos en un sitio cerca de casa (en el Barrio del Carmen) que se llama La Pitanza, comida casera muy rica. Bocaditos de jamón y queso con bechamel, garbanzos con gambas y calamares y una especie de canelones de pato.
Largo paseo por los Jardines del Turia hasta el Parque Gulliver. Este parque me encanta porque en una zona cercada de los jardines se instaló una “una escultura monumental de Gulliver de 70 metros, a la que se puede acceder a través de rampas, toboganes, escaleras, etcétera, y que representa el preciso momento en el cual Gulliver acaba de llegar al país de Lilliput y ha sido atado por los liliputienses. La figura está realizada en una escala tal que los visitantes semejan los habitantes de Lilliput cuando paseaban sobre el cuerpo del personaje creado por Jonathan Swift.” (Wikipedia)
Otro paseo muy bueno ha sido por el Parque Natural de la Albufera (Albufera, del árabe البحيرة al-buhayra, "el pequeño mar"). Fuimos en coche hasta el Palmar y allí contratamos un recorrido en barca con Rosa la barquera, un mujer de tomo y lomo que explica bien muchas curiosidades del parque http://parquealbufera.com/modules/tinycontent/index.php?id=1
Comimos bien en El Palmar en un restaurante muy agradable que se llama Bonaire.
Llegados a este punto del relato se me empiezan a amontonar las experiencias, así que intentaré centrarme en las más interesantes y divertidas.
El Mercado Central es la número uno (para mí por lo menos que me encantan los mercados), data de 1914 y ha estado activo en toda su historia. El edificio modernista es muy bonito pero lo que más llama la atención es la vida interior y los productos que se venden, un auténtico regalo a los ojos de frutas, verduras, especias, pescados, embutidos, salazones… Para mí es mucho más auténtico que el de la Boquería de Barcelona (además de más grande) porque, además de productos exóticos encuentras lo de todos los días y a precios normales, el público es el habitual de un mercado aunque también haya mucho turista mirón. Yo lo he visitado casi todos los días y la prueba de ello es la cantidad de fotos que tengo.
Por cierto, nunca había estas gambas con huevos color turquesa, son gambas de Denia. Perdonad mi ignorancia, a lo mejor todas las gambas tienen los huevos de ese color.
Hay dos veletas muy bonitas, una situada sobre la nave de las pescaderías (un pez espada) y otra sobre la nave central (una cotorra).
Al ladito de este mercado está otro lugar que no se debe perder quien visite Valencia, es La Lonja de la Seda, un edificio Patrimonio de la Humanidad por ser una joya del gótico civil valenciano del S XV que se destinó al comercio de la seda y las especias y también fue sede del Consulado del Mar. Un centro comercial de primera índole en el Mediterráneo. Es el único edificio declarado Patrimonio de la Humanidad de toda la Comunidad Valenciana.
Sigo en la Parte 2 de este relato porque cuando se cargan muchas fotos ya empieza a moverse lento y todavía quedan cosas interesantes para contar.
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