domingo, febrero 10, 2008





Aprovechando estos días de carnaval, me fui con Ramón a La Habana. Después de cuatro años por Venezuela descubrimos que está muy cerquita (3 horas de avión), bueno, geográficamente hasta ahí llegamos, en realidad debería decir muy fácil pues hay un vuelo directo de Cubana de Aviación.
Yo había estado en el año 2000 y la verdad me ha impresionado lo cambiado que está aquello, están tiraos al barro consumista (es una exageración). Lo que sí es cierto es que hay una apertura tremenda a la actividad comercial de pequeña escala, la vez anterior era casi imposible comprar algo y ahora encuentras multitud de artesanías, algunas tiendas de tabaco, ron, pintura, libros, música, etc. abiertas a todo el público y con más o menos surtido.
Esto verdaderamente da mucha animación y para los que venimos de la cultura del consumo nos abre posibilidades, pero por otro lado da cierto miedo de que la apertura y las posibilidades que ha abierto el turismo masivo lleguen a descalabrar y romper el encanto de la cultura cubana.





Otro detalle de la nueva Habana (para mí) es la oferta gastronómica. En el 2000 comimos cansinamente arroz, frijoles, pollo y camarones y ahora tienes casi lo que quieras. Así que allí que nos fuimos: primero un mojito en los jardines del hotel Nacional (el más bonito para mi gusto de La Habana), un daiquiri con Hemingway en El Floridita (cumpliendo la tradición) y una comidita en un restaurante estupendo, Doctor Café. El sitio es de lo más recomendable en cuanto a calidad y al lugar que es absolutamente acogedor y tranquilo. Comimos en un jardincillo por el que pasaba toda la familia que al ser domingo se encontraba reunida allí.
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